jueves, 10 de diciembre de 2015

La Leyenda de Androcles Y el León - Resumen


La Leyenda de 
ANDROCLES Y EL LEÓN
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 Androclos (en griego: Ἀνδροκλῆς), o Androclus, es el nombre dado por algunas fuentes a un esclavo de un cónsul romano. La historia de este hombre es explicada por Aulo Gelio que menciona como fuente Appia Plistonices, que afirmaba haber sido testigo. Está incluida en la clasificación Aarne-Thompson como tipo 156. El relato reapareció a la Edad Media como "El pastor y el león" atribuyéndose en aquella época, erróneamente, a Esopo (en los libros de fábulas es incluido a menudo). Podemos compararlo con la fábula de Esopo El ratón y el león y su tratamiento de la compasión y la lealtad.
 
 
Androcles era un pobre esclavo romano a quien su amo llevó al norte de Africa hace muchos siglos. Como su amo era muy cruel, la vida del esclavo era muy dura, por lo cual decidió escaparse hacia la costa para intentar desde ésta volver a Roma.

Sabía muy bien que, si le prendían, lo matarían, y por eso esperó a que hiciese noches oscuras y sin luna. 


Entonces salió secretamente de casa de su amo, atravesó cautelosamente la ciudad y luego se dirigió corriendo a campo abierto.

En medio de la oscuridad apresuró infatigablemente su marcha; pero con luz del día echo de ver que en lugar de haber huido hacia la costa había penetrado en país hacia el el interior del desierto. solitario Hallábase rendido, hambriento y sediento cuando distinguió la entrada de una cueva en la falda de una colina; penetró en aquel antro, se
echó al suelo y durmió tranquilamente.
De pronto lo despertó un terrible rugido; se puso en pie de un salto, y vio a la entrada de la caverna un enorme león oscuro. 

Androcles había dormido en la madriguera de aquella fiera, y bien se le alcanzaba que no tenía escape posible, porque la bestia cerraba el paso. Esperaba, pues, temblando de terror que el animal saltase sobre él y lo matase.
 

Mas el león no se movía. Se quejaba y se lamía una garra de la que manaba sangre. 

Olvidando Androcles su terror, al ver sufrir a la fiera, se adelantó hacia ella, y el león levantó la zarpa como pidiéndole auxilio.
 

Entonces vio Androcles que el león se había clavado una gran espina, la cual, hundida en la carne, le había causado
ya gran inflamación. Con rápido movimiento extrajo la espina, detuvo la inflamación y restañó la sangre que manaba de la herida.

Aliviado de su dolor, el agradecido león salió de la caverna, y a los pocos minutos volvió con un conejo muerto, que puso junto a Androcles. Cuando el pobre esclavo asó el conejo y hubo saciado su hambre, el león lo condujo a un sitio en la colina donde de la tierra brotaba un manantial de fresca y cristalina agua.


Durante tres años, hombre y fiera vivieron juntos. Juntos cazaban, juntos comían, y juntos reposaban durante la noche, tendido el agradecido león junto a su bienhechor, y moviendo su enorme cola de un lado a otro, como un perro o gato que yace a los pies de su amo junto al fuego y se siente feliz.


 Finalmente, Androcles sintió deseos de comunicarse con sus semejantes y dejó la cueva, pero pronto fue capturado por unos soldados y enviado a Roma como esclavo fugitivo.

Los antiguos romanos no tenían piedad para el esclavo que huía; así es que condenaron a Androcles a ser despedazado por las fieras en el circo al tener lugar el primer día de fiesta.


Un gran número de personas acudió a presenciar aquel triste espectáculo, y entre los espectadores figuraba el mismo emperador de Roma, que tenía en el Coliseo su asiento imperial, desde el cual, rodeado de sus senadores, contemplaba la cruel fiesta.


Echaron a Androcles a la arena y pusieron en sus manos una lanza para que se defendiese contra un tremendo león, al que habían tenido varios días sin comer para hacerlo más fiero.


 Estremecióse Androcles cuando el hambriento león salió de su jaula, y al ver que se dirigía a saltos hacia él, tembló y se le cayó la lanza de las manos. Pero en vez de acometerlo y derribarlo, el león agitó amigablemente la cola y le lamió las manos. Androcles vio entonces que aquel león era el que había vivido con él en la cueva, y le acarició el lomo, inclinóse sobre su cabeza, y lloró.

 Maravillóse el pueblo ante escena tan prodigiosa y el emperador mandó llamar a Androcles y le pidió le explicase aquello.

Deleitóse tanto con el sorprendente relato, que le concedió la libertad y dignidad de hombre libre, y le dio una importante suma de dinero.


 Androcles solía después pasear por las calles de Roma acompañado de su león, que lo seguía como un fiel perro.







Bibliografia:

www.wikipedia.org 
El Nuevo Tesoro de la Juventud, Tomo 02, Ed. Cumbre, 1976
Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2003.
Nueva Enciclopedia Tematica Grolier 2012
https://www.ecured.cu 


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